martes, 14 de julio de 2009

"Perder el ánima"



En el mundo andino, existe la fuerte creencia en lo que es denominado “perder el ánima”; este término es referido a una condición anímica y física, que ocasiona en su víctima, un súbito desorden psíquico, anímico y psicosomático, que se manifiesta de diversas maneras, las cuales describo de menor a mayor grado: desánimo, depresión, insomnio, debilidad generalizada, malestar físico, pesadillas constantes, inapetencia, pérdida de voz, desmayos, pérdida de conocimiento, e incluso parálisis progresiva; igualmente, muchas veces más de uno de estos síntomas aparece al mismo tiempo.

Tanto entre niños como entre adultos, el “perder el ánima”, se origina al sufrir un susto muy fuerte, el cual puede ser ocasionado por un accidente, una fuerte impresión, una aparición fantasmal, la aparición de entidades tales como duendes (“mukis”, “chinchilicos”, “anchanchos” o similares), sirenas (“saqras”), demonios (“supaya”, “tiyabulu”, “paye” y un largo etcétera), u otras entidades paranormales del panteón animista andino. Igualmente se atribuye que uno puede “perder el ánima” al cruzar por Apus sagrados, lagunas encantadas u otros sitios considerados como sagrados, embrujados o malditos. En raros casos, se cree que esta alteración de carácter, es originado por un trabajo de brujería.

Al detectarse que un familiar ha “perdido el ánima”, sus familiares acuden en busca de un Yatiri (un brujo andino, también conocido como “animu khiwzatiri” por los aymaras), para que realice un ritual conocido como “Llamado del alma perdida”.

Para este rito se utiliza un crucifijo, un rosario, una campanilla, un brasero, sahumerio y las ropas favoritas del enfermo, amén de los objetos rituales del brujo tales como varas, sonajas, y un largo etcétera (estos varían según la región y el tipo de prácticas del brujo y su comunidad)

Una vez que el Yatiri ha determinado completamente la causa de la “enfermedad”, se reúne con toda la familia del enfermo en un día y hora fijada. El Yatiri prepara una pequeña ofrenda y la quema en el brasero, mientras reza por el enfermo. Luego lo sahúma con el incienso que humea en el brasero.

Para determinar la hora propicia para “llamar el alma”, el brujo lee las hojas de coca; en muchos casos también es necesario –para el brujo-, apersonarse al lugar donde “se ha perdido el ánima”; esto se da comúnmente cuando se atribuye la enfermedad al haber transitado por un lugar determinado. A la hora y en el lugar propicio, el brujo dispone como si fuese un cuerpo tendido, las prendas del enfermo, ya sea en el patio de la casa ó el lugar donde las hojas de coca le hayan vaticinado. Luego coloca el crucifijo y el rosario encima de las ropas.

Llegada la hora fijada para “llamar el alma”, comienza a rezar, ya sea en quechua o aymara:

“Dios que estás en el cielo y en la tierra
Dios padre bondadoso,
Ten piedad de tu hijo enfermo,
Perdónale todas sus faltas,
Si es que su alma se haya separado de su cuerpo,
Y si está en el cerro, o en la pampa o
Si se ha extraviado con otros seres
O si los espíritus malignos se hayan apoderado de él,
Por tú Santo nombre y el del Señor Jesucristo,
Te pido que le dés libertad”.

Luego reza oraciones netamente cristianas como el Padrenuestro, el Ave María, el Credo y el Gloria. Después de finalizar las oraciones, comienza a llamar el “ánima”, agitando una prenda de vestir del enfermo y con la campanilla diciendo:

“Alma, espíritu de,….
Ven, ven, ven, que tu cuerpo te espera”.

Después de llamar por unos momentos, procede a ir donde se haya el enfermo y le hace vestir con las prendas utilizadas en el rito, mientras dice:

“He hecho volver a tu alma para que
Reingrese a tu cuerpo, en el nombre
Del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén”.

Tras lo cual le hace la señal de la cruz en la frente del enfermo; luego éste es cubierto con frazadas, para que descanse. Todos los presentes se dan un abrazo de la paz, con lo cual se finaliza el rito.

Actualmente, es común que doctores y personal médico destacado en la sierra peruana se tope con pacientes con condiciones que no pueden ser explicadas por la ciencia médica; tras agotar todos sus conocimientos y cuando los lugareños les aseguran que al paciente “se le ha perdido el ánima”, optan por aceptar la sabiduría popular, no oponiéndose a que se practique este rito tradicional.

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