domingo, 5 de julio de 2009

Guerra Civil

Un relato fantástico de: Reynaldo Silva

La atmósfera se sentía muy pesada en el salón de conferencias de la nave “Arkan” navío insignia de la 7ma. Flota de la Alianza. Los personajes reunidos alrededor de la mesa de metal que flotaba ingrávida en medio de la sala se preparaban para tomar una decisión que podría afectar el futuro de todo el Cuadrante. En silencio, cada uno pensaba en el peso de las acciones a realizar, mientras observaban por el inmenso ventanal frente a ellos, al planeta que circunvolaban, de brillante luz azul intensa.

“Debemos tomar una decisión” –dijo de pronto el Almirante Niigl, rompiendo el silencio-, “se ha comprobado que todo el personal de la 6ta. Flota, al mando del Almirante Ferrm, han sido captados por la facción rebelde de los “Lux”, y están actuando de acuerdo a su subversiva ideología en el tercer planeta de este sistema”. “Estamos conscientes del asunto, Almirante” -replicó el Embajador Ahm, en representación de los Elih, raza integrante de la Alianza -, “nuestros informes de Inteligencia corroboran que el Almirante Ferrm está entregando tecnología y conocimientos a la raza manipulada 8-9-0-2. Nosotros entendemos que esa acción viola todos los protocolos de la Alianza,…. pero creemos también que se deben agotar los esfuerzos para evitar una guerra civil”.

Niigl no pudo disimular su molestia; él era un guerrero, no un diplomático. “Los “Lux” buscan la rebelión: atacaron a nuestras colonias en el cuarto planeta de este sistema” – intervino con decisión el Vicealmirante Miqhal, jefe de la escuadra de los Seth, la otra raza miembro de la Alianza-, “ahora ese planeta es inhabitable”. “Lo sabemos; vimos las ruinas camino hacia aquí”- respondió Ahm-, “nuestra alianza militar con ustedes es total, pero consideramos este incidente como de política doméstica”. Niigl observó detenidamente al embajador: detestaba que sus grandes, oblicuos y totalmente negros ojos enmarcados en un rostro gris e inexpresivo, no reflejasen el atisbo del más mínimo sentimiento: “¿entonces su postura es…?”-, le soltó a modo de pregunta.

“La raza manipulada 8-9-0-2 es del tipo “H”; un modelo genético desfasado” –comenzó a decir el embajador-, “no tenemos nada en contra de la política de producción de alimentos y colonización de planetas del Presiente Yav,… pero sólo en este planeta esta raza manipulada ha debido ser re-insertada ya tres veces. No creemos que valga la pena luchar por ella. En este caso, permaneceremos neutrales”. Niigl contrajo todos los músculos del rostro mientras escuchaba al embajador. Debía responder con decisión: muchos oficiales en la Flota de la Alianza pensaban igual que él. “No sólo es un problema de producción: los “Lux” están instruyendo a la raza de este planeta en el uso de sus armas: si los dejamos, lograrán que tengan autonomía del Cuadrante-Capital. No sólo se trata de todo lo invertido por el gobierno para lograr una cosecha y un nuevo planeta habitable: si dejamos que los rebeldes “Lux” sigan actuando, tendrán otro mundo aliado para tratar de tomar el poder en el futuro”.

Todos escucharon al Almirante en silencio. El embajador le respondió de manera contundente: “mi gobierno considera que todo esto es sólo una maniobra de su Presidente para levantar su popularidad ante la cercanía de las próximas elecciones. Nuestra flota se retirará inmediatamente. Almirante Niigl, permiso”. Todos vieron al embajador levantarse de su asiento, y salir de la sala. Una vez ya solos, los militares dieron suelta a sus pasiones. “¡Malditos cobardes!...” –exclamó el Capitán Ur-iri-el, golpeando la mesa con el puño-, “¡la 6ta. Flota tiene 350 naves,…sin los Elih, ahora sólo tenemos 200 naves para enfrentarlos!”. “Señor…”- interrumpió gravemente el Capitán Zamm-il, dirigiéndose al Almirante-, “la raza manipulada 8-9-0-2 sólo tiene ahora menos de 15’000,000 de individuos, ¿vale la pena que nos matemos por una cosecha tan pequeña?”.

Niigl debía acabar con las dudas de una vez y lo sabía. “Vean esto” -, dijo mientras pulsaba un botón de la mesa. Frente a todos, sobre la mesa, se desplegó un mapa-holograma del Cuadrante: cientos de puntos pulsantes rojos se extendían como una mancha por él. El Almirante se incorporó y señalando a esos puntos, comenzó a explicar: “en lo que va del último Eón, los “Lux” han independizado ya 608 planetas. No sólo son más de 600 planetas que jamás colonizaremos: nuestras reservas de alimentos están en una fase crítica: ya hay escasez en el Cuadrante-Capital y el próximo Eón será aún peor. Es ahora vital cada cosecha”.

Caminando lentamente, apoyó las manos en la mesa, frente a Zamm-il. Le miró fijo a los ojos. “¿Cómo se justificará a sus hijos cuando se estén muriendo de hambre, Capitán? –le preguntó. El oficial bajó la vista. Niigl continuó-, “…. Mis órdenes para este planeta son proteger la raza manipulada 8-9-0-2, cosecharla cuando llegue a 10,000’000,000 de individuos y colonizar el planeta. Eso es lo que pienso hacer. Punto final”. El silencio de la sala en ese momento se rompió de pronto cuando una sirena y una voz procedente del puente les informó: “Almirante; acabamos de recibir la respuesta al ultimátum transmitido a la 6ta. Flota”.

“Déjenos escucharla” -, ordenó Niigl. “….FFZZZ….¡7ma. Flota, exigimos que se retiren de éste planeta INMEDIATAMENTE. La raza manipulada 8-9-0-2 está bajo nuestro cuidado y ha pedido total autonomía! .Bajo los Principios de “Lux”, ninguna raza debe ser utilizada por otra de ninguna manera: el gobierno ha dejado de ser democrático, es ahora una tiranía.¡Retírense o nos veremos obligados a defendernos!, ¡libertad para todas las razas del universo!!!.....”

Tras ese mensaje los debates quedaron de lado: una rebelión contra el gobierno del Cuadrante Capital era un imperdonable delito. Mientras la 7ma. Flota se desplegaba alrededor del tercer planeta de ese Sistema, el Almirante Niigl sentía crecer su odio por aquellos rebeldes: los muy cretinos eran capaz de llevar a sus razas a la guerra sólo por querer imponer cómo uno debe alimentarse o no. Al curtido militar no le entraba en la cabeza que sus hombres muriesen por culpa de unos imberbes que miraban con excesivo respeto al ganado.

“Procedan con cautela…” –ordenó a su flota que se desplegaba rodeando el planeta-, “los “Lux” han estado en este planeta más de 15,000 años: tienen a la población modificada totalmente ideologizada. Además, es casi seguro que han dispuesto defensas en la superficie”. Nadie recuerda quién disparó primero. Ni los partes de guerra ni los libros de historia posteriores lo consignan. Algunos trataron de evitar pelear entre hermanos hasta el último instante, pero al ver detonar las naves de sus compañeros en mil pedazos, la sed de sangre se contagió hasta el punto en que no deseaban nada más que exterminar a su oponente.

La batalla duró varios días. Muchas escenas de heroísmo y coraje, de cobardía y felonía, de salvajismo y crimen, se vivieron en aquellos días. En las primeras horas del combate, una decena de naves de la flota de Niigl fueron destruidas por potentes andanadas procedentes de la superficie. El Almirante rabió al ver sus naves explotando una tras otra. “¡Capitán Ur-iri-el –ordenó con rabia-, “silencie esas baterías ¡AHORA!”. El Capitán palideció por un instante ante la orden. “….Almirante, están construidas en medio de poblaciones de la raza…”.-La voz de Niigl tronó por la radio, interrumpiéndolo: “¡HE DICHO QUE LAS SILENCIE: ES UNA ORDEN!!!”. Los cañones de la escuadra de Ur-iri-el dispararon todos al unísono, volatilizando decenas de veces cuatro ciudades del planeta: dos en la costa de un inmenso continente y dos a orillas de un gran lago salado.

Abajo, en la superficie, los pobladores del mismo, observaban todo como si fuese una horrenda hecatombe: desde toda la superficie del planeta, esos primitivos seres observaban atónitos, día y noche, las luces que cruzaban el cielo, persiguiéndose, lanzándose rayos, explotando en inmensas bolas de fuego. Agazapados en cuevas o en sus templos, veían caer alguno de esos rayos sobre la tierra, devastándolo todo. Terremotos, inundaciones, columnas de fuego alzándose por doquier eran una señal inequívoca: el mundo estaba siendo destruido.

Un suceso fortuito movió la balanza del resultado de la batalla al cuarto día: uno de los cruceros más grandes de la 7ma. Flota fue impactado sucesivas veces y comenzó a caer hacia el planeta, ardiendo furiosamente. Cayó sobre el continente donde se asentaba la base de los “Lux”. Al impacto, un monstruoso cataclismo sepultó el continente en el mar, arrasando con sus efectos casi todo el planeta. Dos días después, ya sólo quedaba de la 6ta. Flota rebelde el navío sideral del Almirante Ferrn.

Viendo todo perdido, el militar insurrecto aceleró al máximo y enfiló hacia la superficie. Niigl ordenó que su nave le persiguiese. Sabía lo que pretendía: trataba de utilizar el campo magnético del planeta para darse mayor aceleración y salir disparado del Sistema. Si lo lograba, escaparía y sería imposible dar con su paradero. “Lo tenemos en la mira, Señor” -, le informó a Niigl su artillero principal. El Almirante no vaciló: “¡FUEGOOOO!!!”. La descarga del armamento principal del “Arkan” pegó de lleno en los motores del fugitivo. Fuera de control, se precipitó a tierra envuelto en llamas, en medio de los gritos de júbilo de los tripulantes del “Arkan”. Niigl respiró aliviado y se recostó en su asiento. La batalla había terminado.

La nave rebelde cayó en medio del océano del tercer planeta, creando un inmenso maremoto y una profundísima fosa marina en el sitio del impacto. Niigl decidió esperar un día antes de descender al planeta y constatar que los “Lux” estaban vencidos. Tras discutir con sus subordinados, logró descender al planeta solo. Las noticias que les llegaban eran alarmantes: la guerra se había desatado en todo el Cuadrante. Debían inspeccionar el planeta y partir de inmediato a un nuevo teatro de guerra.

Niigl, sentado en su aerodeslizador, recorrió de lado a lado el tercer planeta: Estaba devastado. Los habitantes habían sido casi exterminados en el combate, pero quedaban suficientes para que se reprodujesen solos. Visitó las ruinas de las ciudades donde los “Lux” tenían sus cañones y donde también vivían junto con la raza manipulada 8-9-0-2. Las llamaban Mohenho-Daro y Harappa. Incluiría eso en su informe. Al final del día, frente al mar, un escaneo de Niigl con sus instrumentos le confirmó que nadie de la nave de Ferrn había sobrevivido. Observaba el mar y se preparaba para partir cuando se dio vuelta y tuvo frente a él un compacto grupo de habitantes del planeta, guiados por un anciano.

Aquellos seres primitivos se arrodillaron todos frente a él. Sentado en su aerodeslizador, Niigl les debía parecer imponente, aparte de que era casi el doble de alto que ellos. “Poderoso señor mío, ¿por qué ha matado a nuestros dioses?”-, fueron las palabras que le dijo el anciano, y que fueron traducidas por su traductor neural. Sentado, golpeteando los mandos de su aparato, Niigl decidió responderles. Les mintió miserablemente: “Ellos se volvieron peligrosos. Ellos no buscaban su bienestar. Querían esclavizarlos. ¡Raza manipulada 8-9-0-2: yo soy Niigl, Almirante de la 7ma. Flota de la Alianza Elohim. En el nombre del Presidente Yav, líder indiscutido del Cuadrante, les ordeno: BAJO NINGUNA CIRCUNSTANCIA DEBERÁN VOLVER A TENER CONTACTO CON LOS REBELDES LUX NUNCA MÁS!”.

Viéndolos a través de su casco, Niigl veía sus rostros atontados, como si no entendiesen nada. Le impacientaba la ignorancia de esos seres-, “el Presidente Yav promete solemnemente que jamás permitirá que les haga daño nadie. Háganlo saber a todos los de su raza”. El anciano asintió, para luego volverse hacia los suyos y, alzando los brazos, exclamó: “que quede escrito que el Arcángel Miguel y su ejército de ángeles derrotó a Luci-fer y sus huestes, haciéndolas caer a lo profundo del abismo por siempre. Que ésta verdad se haga llegar hasta el fin de los tiempos”.

Mientras el aerodeslizador de Niigl soltaba un potente chorro de llamaradas rojizas, impulsándolo hacia arriba, de vuelta a su nave, el Almirante llegó a escuchar las miles de voces de los sobrevivientes de aquella raza gritando vivas al Presidente de la Alianza Elohim: “¡YAHVÉ,… YAHVÉ, YAHVEEÉ!!!!”. Mientras las voces se apagaban conforme ganaba altura, Niigl pesaba en que jamás comprendería la mente de las razas manipuladas. Asimismo, decidió que no se quedaría en ese Cuadrante hasta su cosecha. Apenas llegue a su nave, pedirá su traslado al Cuadrante-Capital.

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