sábado, 18 de julio de 2009

La casona 300 de San Francisco



El centro histórico de la ciudad de Arequipa, con sus casonas construidas en la época colonial, es uno de los lugares con más alta concentración de actividad fantasmal en el Perú: la convulsa historia de la ciudad, durante sus más de cuatro siglos de existencia, ha impregnado los gruesos muros de sillar, de estas nobles construcciones. Conforme se ha ido revalorando las casas del denominado Cercado de Arequipa, convirtiéndolas en comercios de todo tipo, han ido surgiendo por decenas, testimonios de apariciones y fenomenología paranormal, entre los nuevos y a veces ocasionales propietarios: este es el caso del 300 de la Calle San Francisco.


Esta casona, enclavada en medio de la zona de la ciudad en la cual se asientan los principales restaurantes y lugares de esparcimiento nocturno, dirigidos al turista que visita la ciudad o que se encuentra de tránsito, rumbo al Cañón del Colca, cuenta, aparte de sus ocasionales visitantes, con un residente permanente, que gusta de recorrer sin parar la casona.


Durante gran parte de la segunda mitad del pasado siglo, dicha casona fue ocupada por oficinas de diversas firmas de abogados, dada su cercanía a la oficina de Registros Públicos de la ciudad; al iniciarse el boom turístico local, la casona fue siendo ocupado por restaurantes, cafés y bares hasta la fecha actual: hoy en día, sus cuatro ambientes están ocupados por locales de ese tipo, los cuales son “El K’rajo”, “La Tutta Bar”, “La Taberna del Rajadiablos” y el “Apus”. Tanto de sus propietarios como personal que labora en estos locales, proceden los primeros testimonios de la aparición que recorre estos locales: la niña fantasma del 300 de San Francisco.


“Hace como tres años, vine una tarde a hacer limpieza,…” –rememora Omar, propietario del “Rajadiablos”-, “abrí el portón de la casona y lo cerré: estaba yo solo; no había venido nadie de los otros locales aún. Eran las 5 de la tarde. Tras barrer y ordenar mi local, fui al baño de varones la casona. Abrí la puerta y lo primero que ví, es frente a mí, a una niña, parada, mirándome desde el interior del baño”.


“Mi primera reacción fue puro reflejo: al ver a una mujer (la niña), dentro del baño, cerré la puerta de inmediato, casi pidiendo perdón, avergonzado. Me quedé agarrado del picaporte de la puerta por un segundo y recién pensé: ¡pero si aquí no hay nadie, estoy yo solo!, y la abrí de nuevo: no había nadie, y no existe otra puerta. Me entró el miedo y me salí de la casona”.


El suceso, de apenas segundos, fue tan próximo –a menos de un metro de distancia-, que Omar la pudo describir con facilidad: “parecía como de 8 o 9 años, solo tenía encima una pijama o algo parecido, de color blanco, que la cubría del cuello a los pies. Su cabello era largo, ondulado y desordenado,… y me miró muy fijamente, como diciendo “¿tú qué haces aquí?”.


No ha sido éste el único testimonio: también existen otros, como el del propietario del “Apus”: “una noche, acababa yo de abrir mi local; aún no había llegado nadie y me metí en la barra, y me puse a ver hacia la puerta, desde donde se ve el patio de la casona y el portón que da a la calle. Serían como apenas, las 7 de la noche”.


“Entonces ví a través del dintel de la puerta, a una niña chiquita que asomó la cabeza y me miró sonriéndose. Por un momento pensé que era una de esas niñas que se aparecen en San Francisco en las noches, vendiendo caramelos y cigarrillos, así que no le hice caso: para mí, sacaba la cabeza por el dintel como jugando”.


“Entonces ví algo que jamás me voy a olvidar: la cabeza de la niña comenzó a bajar por el borde del dintel, como si se agachase, ¡pero después bajó más y más, casi hasta el límite del dintel y el piso!, ¡era como si “flotase” en horizontal, o como si alguien la cargase, pero aún así no era posible que alguien la sostuviese así!, en un segundo su cara desapareció de mi vista: salí corriendo a ver qué era eso: tardé un segundo en llegar a la puerta y ahí no había nadie”. Su descripción de la niña, coincide absolutamente en todo, con el primer testimonio.


Tras esas apariciones, los testimonios de fenómenos extraños se multiplicaron, principalmente por parte de los empleados de los locales; a un ex barman del “Rajadiablos”, una madrugada, en que el local estaba ya vacío, salió al patio de la casona, y al poco, sintió un golpe: “alguien” hizo caer una escoba a pocos metros de él, cayéndole en la cabeza,… lo extraño del caso es que no había nadie con él, y que la escoba estaba a distancia suficiente como para que obligatoriamente “tuviese que volar” para pegarle. Igualmente casi todos los empleados y ex empleados de los cuatro locales, atestiguan haber sufrido pequeñas agresiones muy similares, habiéndoles caído cajetillas de cigarrillos, de fósforos y otros objetos pequeños,… como los que usaría un niño para una broma de esas.


Actualmente, pocos trabajadores de lugar, gustan de ir a solas al baño de varones del local, ubicado al fondo de la casona, lugar de la primera aparición –conocida por ellos-, de la niña. Muy pocos testimonios se conocen acerca de clientes de los locales, pero uno al menos es conocido: una joven asidua al “Rajadiablos”, conversaba una noche con los empleados del local: éstos le contaron la historia de la niña fantasma. La joven clienta se rió y dijo “¡ustedes están creyendo tonterías!”, pero al levantarse de su asiento –como ella atestiguó inmediatamente-, sintió “una fuerza”, algo que la tomó de un hombro y la obligó a sentarse de nuevo en su lugar,… como si le dijesen “¡siéntate ahí!”.


Casi nada se ha podido averiguar de la historia de la antigua casona: como muchas casonas coloniales de Arequipa, ha pasado de un propietario a otro desde su construcción, por lo que no se conoce nada acerca de la niña fantasmal. Solo se pudo averiguar que sus apariciones no son recientes. Una pareja de esposos, abogados de profesión, nos dieron el siguiente dato: “en los años ‘80s” –nos contó la mujer-, “yo y mi marido teníamos nuestro estudio acá, en el local que ahora es “La Tutta Bar”; una tarde, mi marido salió a hacer diligencias y yo me quedé sola, viendo aburrida al patio. Sin dame cuenta a qué hora apareció, sentí que alguien me miraba: alcé la vista y, arrodillada y con la cabeza asomándola entre los barrotes de la escalera que da al techo, estaba una niña, que me miraba y se reía. Fue un segundo verla y pararme para decirle que no podía estar ahí, cuando se despareció. Cuando llegué a la escalera, recordé algo que me erizó el cuerpo: esa escalera está clausurada con una reja metálica: no hay por dónde subir ahí”. De hecho, la escalera está aún clausurada el día de hoy.


“Conforme pasó el tiempo, siguió apareciéndose por toda la casona; nos fuimos dando cuenta que era una almita y finalmente nos acostumbramos a la niña”-, finalizó su relato. Asimismo, el local donde hoy está “La Tutta Bar”, estuvo vacía y clausurado por muchos años y el propietario del “K’rajo” –el bar más antiguo de la casona y local vecino a éste-, atestiguó que por muchos años podía escuchar a través de la pared, ruidos, golpes, risas y correteos; tras preguntarle a los propietarios si alquilaban el local a alguien, no solo recibía una respuesta negativa, sino también, a la pregunta acerca de qué ocurría ahí, un silencio y una recogida de hombros.


Esta es pues la historia de la niña fantasma del 300 de San Francisco; aún se recaban testimonios y no se pierde la esperanza de poder plasmar su etérea figura con una cámara fotográfica, a pesar de que este fantasma se ha mostrado un tanto esquiva en los últimos tiempos, ¿le gustaría verla?, pues le invitamos a darse unas horas de esparcimiento nocturno en la blanca ciudad de Arequipa, disfrutar de una buena bebida y compañía,… y tal vez la visita, de un ser del Más Allá,…

1 comentario:

  1. No sabia de la existencia de fantasmas en esa casa de Arequipa. Cuando estudiaba en la Alianza Francesa de esa ciudad, tambien se hablaba del Fantasma de la cafeteria. Pero nunca lo pude ver

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