sábado, 11 de abril de 2009

Las leyendas de los fantasmas de Praga

La conocida como ciudad Nueva de Praga, fue edificada hacia el año 1348 por decisión del emperador Carlos IV. Esta nueva parte de la capital checa ocupó algunos asentamientos anteriores, como el de Rybníček (en español "pequeño estanque"), y que debía su nombre a los estanques y laguitos que lo rodeaban. Recuerda también dicho asentamiento medieval, la calle Na Rybníčku, cerca de la cual suele aparecerse de vez en cuando un insólito fantasma: tiene la forma de una mujer vestida en un largo sudario blanco del que salen unos brazos negros. En lugar de la cabeza tiene una descomunal olla de barro. El espectro anda despacio, con pasos inseguros:

El fantasma de la calle Na Rybníčku
Su historia es un clásico triángulo amoroso. Durante largos años la mujer vivió feliz con su marido. Pero éste, a pesar de acercarse a los cincuenta, se enamoró de una joven y guapa costurerita. La muchacha no tuvo nada en contra de la relación con un hombre maduro y pudiente que le prometía tantas cosas bonitas. El hombre se puso a reflexionar seriamente cómo deshacerse de la esposa.

Al enamorado varón, que había perdido todas las inhibiciones morales, se le ocurrió que podría aprovecharse de la epidemia de peste que flagelaba a la capital checa. Una noche, cuando la esposa dormía, le cortó la cabeza. Seguidamente pintó de negro los brazos de la mujer asesinada para que se pareciera a las víctimas de la peste, vistió el cadáver con un sudario y lo sentó en un sillón frente a la ventana.

Pero, ¿ qué poner en lugar de la cabeza cortada? El hombre colocó sobre el cuello de la mujer decapitada una olla de barro de grandes dimensiones. Para disfrazar la forma de la vasija, la cubrió con un espeso velo.

Después corrió a la calle donde contó a los vecinos con llanto que su amada esposa había fallecido de peste. Se lo creyeron, echando miradas furtivas a la figura con los brazos ennegrecidos que se veía en la ventana.

Al día siguiente el hombre puso el cadáver en un saco y lo llevó al cementerio donde la mujer decapitada fue enterrada en una fosa común con otras víctimas de la peste.

La mujer asesinada no encontró paz en la sepultura. Se levanta periódicamente de su tumba porque le impulsa la necesidad de recordar a la gente el infame crimen de que fue víctima y que quedó sin castigo. Por eso se aparece cerca de la calle Na Rybníčku, en la Ciudad Nueva de Praga. Así lo relata una de las leyendas praguenses.

Cerca del Castillo de Praga se extiende el barrio de Pohořelec cuyo nombre se deriva probablemente del verbo "hořet" (arder, en español), y alude a los frecuentes incendios que lo habían devastado.

Uno de los edificios de Pohořelec se llama la Casa del Árbol de Oro. Pasa por él una escalinata conducente al patio del monasterio de Strahov. A medianoche se aparece allí un fantasma. Tiene la forma de un hombre alto y flaco, en un largo camisón blanco. En una mano lleva un cencerro y en la otra una linterna. Baja despacio por la escalinata, murmurando una fórmula mágica.

El fantasma no es peligroso. Basta con batir a la puerta más cercana y desaparece.

La historia del fantasma de Pohořelec es la siguiente:

Hacia 1728 vivía en la cercana casa del Ciervo Azul un tal Jakub Pístovec. El hombre veía el principal sentido de su vida en hacerse rico. No le iba bien en su cometido y día y noche pensaba en cómo hacerse con algún dinero.

Un forastero le ofreció un día un viejo libro nigromántico que contenía instrucciónes de cómo con ayuda de la magia hacerse con una fabulosa fortuna.

Jakub compró el libro y empezó a preparar el ritual mágico que lo haría rico.

¿En qué consistía ese ritual?
A medianoche, en el plenilunio, trazar con tiza en el suelo un círculo, colocar dentro de él un cencerro, una linterna encendida, un recipiente con agua bendita y un libro de oraciones.

Después era necesario entrar en el círculo vistiendo un largo camisón blanco, ceñido con un cinturón de casulla sacerdotal, y rociar todo con agua bendita.

Era indispensable, además, traer un pequeño recipiente con brasas sobre las que se colocaban azufre, resina, ajo y un trozo de repollo. Cuando empezase a salir el humo de todos los ingredientes, debía pronunciarse una complicada fórmula mágica.

Era imprescindible pronunciarla sin equivocarse. De no cumplirse esta condición pasarían cosas terroríficas y el mismo diablo se llevaría al que fallase en el ritual.

Jakub tenía miedo, pero acabó por lanzarse a la arriesgada empresa. Hechos todos los preparativos empezó a pronunciar la fórmula mágica con la máxima atención, pero al acercarse al final tropezó.

En ese instante se oyeron ensordecedores golpes. El pobre soltó el libro mágico y cayó desmayado al suelo.

Resultó que a la puerta no había golpeado el diablo sino la guardia de la ciudad, alertada por los vecinos. Jakub les había contado que realizaría el ritual mágico para hacerse rico.

Los guardias despertaron al hombre del desmayo y se lo llevaron esposado. Fue acusado de prácticas mágicas y pasó mucho tiempo en la cárcel.

Cuando Jakub regresó a Pohořelec, el vecindario se burlaba de él y los niños le gritaban la supuesta fórmula mágica. El hombre dejó de salir a la calle de tanta vergüenza y acabó por consumirse de pena en su casa. Después de su muerte se convirtió en un fantasma, narra la leyenda del barrio capitalino de Pohořelec.

Ahora haremos una escala en Karlín, el más antiguo suburbio capitalino, fundado después de 1817 en un lugar antes llamado Špitálské pole ("Campo del Hospital", en español) En la Edad Media allí había un asentamiento con un hospital para pacientes con enfermedades contagiosas.

Una leyenda narra que en Karlín tenía una suntuosa morada cierto acomodado comerciante. Era viejo, irascible, hosco y taciturno. Por el contrario su esposa era joven, linda y bondadosa.

Cuando el comerciante se marchó para un largo viaje de negocios, algo cambió en la vida de la mujer. Los vecinos se dieron cuenta de que un guapo joven, vecino de una cercana barriada pobre, rondaba el palacete.

La mujer se enamoró del joven y la pareja, ciega de amor, no tomó ninguna precaución para ocultar su relación. Así pasó un año.

Una noche se detuvo frente al palacete una carroza. De su interior saltó el comerciante y entró en el edificio. De lo que ocurrió después el vecindario pudo enterarse sólo por los gestos del viejo servidor mudo que acompañaba al comerciante a todas partes.

El comerciante con cuyo regreso ya nadie contaba, encontró en el dormitorio a la esposa durmiendo en los brazos de su galán, y al lado de la cama vio una cuna con un bebé.

Con ayuda del criado ató al amante de su esposa y lo arrastró al pasillo. Unos instantes después irrumpió en el dormitorio con la cabeza cortada del galán y la tiró a los pies de la espantada mujer, exclamando:

”Cuando tu hijo pregunte un día quién era su padre, muéstrale esto!”. Luego el hombre desapareció en la oscuridad.

Cuando los vecinos, alertados por el criado, acudieron al escenario del crimen, el palacete estaba en llamas. Delante de su puerta yacía un cadáver decapitado, y la mujer que había enloquecido, corría por el jardín, abrazando los árboles, y de su boca salía una risa siniestra.

Luego, sin que nadie se lo pudiera impedir, la mujer agarró al hijo y se precipitó con él en brazos al interior del palacete en llamas. Acto seguido se desplomaron los techos y una columna de cenizas y humo envolvió el lugar de la tragedia.

La leyenda narra que de los oscuros rincones de Karlín sale de noche una pareja de fantasmas: una mujer guapa con un bebé en los brazos, acompañada de su amante sin cabeza.

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