martes, 26 de agosto de 2008

¿Nanotecnología hace 300,000 años?


¿Viajeros a través del tiempo, procedentes del futuro?, ¿civilizaciones desaparecidas y extremadamente avanzadas de nuestro planeta? ¿extraterrestres visitándonos, en un remoto pasado?,… estas son unas de las teorías más aceptadas –en la mayoría de los casos, a regañadientes-, por la ciencia, cuando son descubiertos los denominados “OOPARTS”. Este término, que en inglés significa “Out of place artifacts” (artefactos fuera de lugar), designa a todo objeto encontrado en nuestro planeta y que, por sus características o extrañas cualidades, “reta” con su sola existencia, a la cronología de sucesos que crean lo que todos nosotros llamamos “la historia de la humanidad”.


El que el hombre de la calle sepa de la existencia de uno de estos objetos, le llena del asombro y la emoción de ver que se nos abren infinitas posibilidades de imaginarnos un nuevo mundo, un nuevo universo, en el que no todo está escrito aún; para los arqueólogos y estudiosos mas bien, dichos “artefactos” son vistos con desagrado –y no poco deseo de desparecerlos para siempre-, debido a que su sola existencia, hace tambalear ese mundo de exactitud y perfección que desean crear para nosotros: una visión forzada del mundo, y donde lo “inexplicable” no tiene cabida. Es por eso que los “Ooparts” reciben también un nombre, más acorde con ellos y el cual yo prefiero: “Los objetos malditos”.


Aparecen cada vez con más frecuencia en todo el mundo, en diversos yacimientos arqueológicos. También surgen cada día, por decenas, desafiantes, desde los polvorientos almacenes de los museos, “enterrados” ahí a propósito, con la infame etiqueta de “objeto de culto”, puesta así en un vano intento para que no vean la luz jamás,… en algunas excepcionales y raras oportunidades, hacen su aparición y caen precisamente en las manos de personas de mentalidad abierta, dispuestos a desentrañar todos sus secretos, a responder las preguntas que surgen, cuando los enigmáticos “Ooparts” hacen su aparición: ese fué el caso que aconteció en los remotos Montes Urales, entre 1991 y 1993.


El sensacional descubrimiento tuvo lugar en diferentes puntos del cauce del Río Narada, en la parte oriental de los Montes Urales (Rusia); primero buscadores de oro, y luego expediciones científicas, comisionadas por el Instituto Central de Investigación Científica de Geología y Prospección de Metales Preciosos y Noferrosos de Moscú, descubrieron MILLARES de objetos metálicos, en las capas sedimentarias de varios ríos de la región. Los diminutos objetos encontrados (eslabones y tornillos), eran evidentemente de procedencia manufacturada, ¡pero con una antigüedad de entre 20,000 y 300,000 años!!!; encontrados en profundidades que van de 3 a 12 metros, los objetos han sido ubicados en el Pleistóceno Superior y por consiguiente, muy lejos en el tiempo en el que el hombre aprendió a trabajar el metal. Asimismo, lo primero que dejó perplejos a sus descubridores fueron las dimensiones de objetos en sí: ¡entre 3 centímetros y 0.003 milímetros!!!


Si de por sí su existencia era intrigante, aún más lo fueron los resultados de los primeros análisis realizados por los especialistas: estudiados por las Academias de Ciencias rusas de Syktyvka, Moscú y San Petersburgo, así como por el Instituto Científico de Helsinki (Finlandia), con las más modernas técnicas de análisis metalúrgicos, microscopios de barrido por electrones y análisis espectroscópicos, arrojando los siguientes resultados, acerca de estos inauditos “objetos”: los más diminutos están elaborados con una casi perfecta aleación de tungsteno y molibdeno, metales que son muy difíciles de alear (puntos de fusión de 3410° y 2650° grados, respectivamente), y finalmente, y tal como los informes periciales de dichas instituciones hicieron públicos de manera oficial:


“…estos objetos son evidentemente el producto de un inexplicable y muy avanzada tecnología, que llevará notables semejanzas a los elementos de control utilizado en micro-dispositivos en miniatura en nuestra tecnología más avanzada, los denominados nano-máquinas; esta tecnología está todavía en sus inicios con nosotros,…”


Pero el Instituto de Moscú llegó aún muchísimo más lejos: demostrando sus especialistas que no tienen el temor a declarar algo en lo cual sus conocimientos y sus análisis les muestra algo innegable y con absoluta claridad, publicaron el “Informe Pericial No. 18/485 del 29/11/96”, el cual concluyó:


“…Los datos obtenidos permiten pensar EN LA POSIBILIDAD DE UNA TECONOLOGÍA DE ORIGEN EXTRATERRESTRE.”


Nada se sabe aún acerca de quiénes eran los desconocidos metalurgistas que crearon tales avanzadísimos artilugios, al igual que su función; para los investigadores de lo insólito, hace ya casi medio siglo que han ido apareciendo informes -luego acallados-, acerca de la existencia, en la lejana Siberia y en los Montes Urales, de restos arqueológicos que demostrarían, si no la existencia de una civilización desaparecida, por lo menos (eso sería lo más espectacular de todo), rastros de la presencia de visitantes del cosmos, los cuales al parecer han utilizado nuestro planeta como una suerte de complejo industrial en un pasado muy remoto, produciendo objetos tecnológicos, con usos y motivos que rebasan nuestro entendimiento.

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