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sábado, 2 de marzo de 2013

El Musée D'Orsay se llena de brujas, demonios y espíritus para evocar el Romanticismo negro


No fue hasta los años 30 cuando el escritor e historiador de arte italiano Mario Praz (1896-1982) puso nombre, por vez primera, a ese lado oscuro e irracional que se escondía bajo el triunfo aparente de las Luces y de la Razón que tuvo lugar a partir de 1760 en Europa.

Nacía, gracias a él, el término Romanticismo negro, una extensa vertiente de las artes plásticas y de la literatura de la época que fue todo un éxito y a la que ahora dedica una exposición el Musée D’Orsay de París.

A partir de este martes 5 de marzo, el excelente museo parisino abrirá al público El ángel de lo extraño. El romanticismo negro, de Goya a Max Ernst, una muestra que reúne cerca de 200 obras entre pinturas, dibujos, estampas y esculturas que datan desde finales del siglo XVIII hasta comienzos del siglo XX. Pero la exposición alberga también una docena de películas realizadas entre las dos grandes guerras mundiales.

Inglaterra, punto de partida

Este universo se construía a finales del siglo XVIII en Inglaterra, donde surgieron las novelas góticas. Era una literatura que seducía a un público atraído por el misterio y lo tétrico. Las artes plásticas no se quedaron atrás: los universos terribles de muchos pintores, grabadores y escultores de toda Europa rivalizaban con aquellos de los escritores.

Goya y Géricault nos confrontaban a las atrocidades absurdas de las guerras y de los naufragios de su época. Füssli y Delacroix daban cuerpo a los espectros, brujas y demonios de Milton, Shakespeare y Goethe, mientras que C.D. Friedrich y Carl Blechen proyectaban al público en paisajes enigmáticos y fúnebres, a imagen y semejanza de su destino.

A partir de la década de 1880, constatando la vanidad y la ambigüedad de la noción de progreso, muchos artistas empezaron a orientarse hacia lo oculto, reanimando los mitos y explotando los descubrimientos sobre el sueño, para confrontar al hombre a sus terrores y sus contradicciones: el salvajismo y la perversidad oculta en cualquier ser humano, el riesgo de degeneración colectiva, la angustiosa extrañeza del día a día revelada por los cuentos fantásticos de Poe o de Barbey d’Aurévilly.

Brujas, esqueletos y demonios

En plena segunda revolución industrial resurgían así hordas de brujas, esqueletos riendo con sarcasmo, demonios informes, Satanes lúbricos y magas fatales que traducían un desencanto provocador y festivo, de cara al presente.

Cuando, tras la Primera Guerra Mundial, los surrealistas hacen del inconsciente, del sueño y de la embriaguez, los fundamentos de la creación artística, dan el último toque al triunfo del imaginario en base a la realidad y, asimismo, al propio espíritu del romanticismo negro. En el mismo momento, el cine se ampara de Frankenstein, Fausto y demás obras maestras del romanticismo negro que se instala definitivamente en el imaginario colectivo.

La exposición, organizada en colaboración con el Museo Sädel de Fránfort y que estará abierta al público hasta el 9 de junio, permite también volver a leer la literatura de la fantasía negra que sigue impregnando las películas, los videojuegos y las músicas de nuestra época.

(FUENTE: rtve.es)

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