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miércoles, 13 de julio de 2011

Un crimen resuelto desde el Más Allá



Una mujer hallada muerta en el monte Avenceñas (A Estrada, España) en los primeros días de enero de 1994 acaparó las portadas de todos los periódicos gallegos. Su cadáver fue hallado con varios disparos, perfectamente colocado y rodeado de velas en una zona poco frecuentada del municipio.

En un primer momento, la Guardia Civil barajó la hipótesis de que el crimen formaba parte de un ritual satánico, ya que el cuerpo sin vida de la joven tenía dos cirios rojos a ambos lados, de los que se utilizan para honrar a los difuntos. Además, el cadáver estaba colocado boca arriba, tenía las manos cruzadas sobre el vientre y los pies descalzos. Conservaba su ropa y las joyas y no había signos de violación ni de robo, lo que alimentaba aún más la sospecha de que se podría tratar de un crimen ritual.

El cuerpo fue encontrado a primera hora de la tarde del 6 de enero por unos cazadores que frecuentaban el monte estradense, que comprobaron perplejos la escena y avisaron rápidamente a las autoridades.

La autopsia practicada en el Hospital Provincial de la capital pontevedresa determinó –entre otras cosas– que la muerte se produjo por tres disparos del calibre 22, uno en la sien y otros dos en el cuello. Las huellas dactilares no permitieron la identificación del cadáver, por lo que la Guardia Civil difundió a los medios de comunicación una serie de fotografías de la joven asesinada, con el fin de que -al ser publicadas- alguna persona podría aportar pistas sobre su identidad.

Sesión de contacto
Por el interés social que despertaba este brutal crimen, debido a las circunstancias en que fue hallado, la pontevedresa Mercedes López Martínez, acompañada por otras tres personas, decidió realizar una sesión de espiritismo utilizando una ouija, con el fin de invocar a la joven asesinada. Dispusieron el tablero con el abecedario en forma de círculo y colocaron el dedo sobre el vaso. Aparentemente, la invocación surtió efecto y el recipiente se fue desplazando por el tablero, indicando primero la letra R, después la O, seguidamente la S y finalmente la A. Así, con el nombre de Rosa se identificaba, a través de la sesión de espiritismo, la joven hallada en el monte estradense y que, hasta ese momento, no había sido reconocida por las autoridades que investigaban el caso. Pero el nombre de la víctima no fue la única información que aportó la sesión de contacto.

Los detalles
Según indicó la protagonista de la sesión de ouija, ''nos pusimos en contacto con ella y nos dijo, además del nombre, que no había sido asesinada en un ritual, sino que habían puesto las velas para despistar. Aseguró que la habían matado en otro lugar y que la habían llevado allí con un caballo''. ''También nos explicó que tenía una hija y que quería ser enterrada en Portugal. Además, a través del tablero nos dio una serie de números que correspondían al teléfono de un club de alterne del país vecino'', explicó Mercedes sobre la sesión de contacto que realizó pocas horas después de que se conociese la noticia del crimen. Una de las personas que participaron en la sesión de ouija informó en aquel entonces a los periodistas de Diario de Pontevedra sobre los datos surgidos del presunto contacto con la joven asesinada. El reportero encargado de cubrir la información consultó con las fuerzas de seguridad los datos aportados por la sesión de ouija, aunque en aquel entonces la Guardia Civil carecía de información sobre la identidad de la fallecida y no pudo confirmarlos, por lo que no fueron hechos públicos.

Detención de los culpables
La sorpresa llegó pocos días después cuando, tras el hallazgo del cuerpo, los agentes detuvieron a dos personas en Navarra como los supuestos autores del crimen de A Estrada. Tras haber cometido el crimen, pretendían huir del país, con la intención de refugiarse en Andorra. La confesión de los autores permitió conocer la identidad de la mujer asesinada. No había podido ser identificada antes porque se trataba de una ciudadana portuguesa, natural de Braga, que se llamaba Rosalía Gonçalves da Maria. ''Es mucha coincidencia que la ouija dijese Rosa y se llamaba Rosalía. Podía ser un diminutivo. Podía haber dicho cualquier otro nombre, pero acertó'', recuerda el reportero que elaboró en aquel entonces la información para Diario de Pontevedra. Pero las similitudes no acababan ahí. La investigación de la Guardia Civil determinó que uno de los autores del crimen conocía muy bien la zona, ya que residía en el vecino municipio de Campo Lameiro y se dedicaba a la cría de caballos, animal con el que habría trasladado presuntamente el cuerpo a este lugar apartado. El otro detenido, vecino de la localidad lusa de Valença de Minho, habría conocido a la víctima en un prostíbulo de la localidad portuguesa, ya que Rosalía Gonçalves trabajaba -con el pseudónimo de Paula- en el club Sasarico, ubicado en las inmediaciones de la localidad fronteriza. Además, la identificación de la víctima permitió saber que tenía una hija en el país vecino, hecho que se sospechaba desde que se le practicó la autopsia por una marca que tenía en el vientre, que en el informe forense se apuntaba la posibilidad de que podría ser debida a una cesárea.

Banda de atracadores
Las detenciones practicadas por las fuerzas de seguridad permitieron esclarecer también otros detalles del asesinato. Así, los dos arrestados y la víctima formaban una banda que se dedicaba a asaltar gasolineras y entidades bancarias, que habrían cometido varios atracos en localidades de la provincia de Pontevedra. De este modo, además del crimen, las fuerzas de seguridad aclaraban otros delitos que se habían cometido en fechas próximas en Porráns (Barro) y Codeseda, A Barca (Poio) y Tui. En cuanto al móvil del crimen, los autores confesaron que habrían matado a Rosalía Gonçalves da Maria ante el temor que los delatara, ya que la sorprendieron hablando por teléfono de forma sospechosa con un desconocido, al que les relataba las correrías de la banda y de su actividad delictiva. Así, se confirmaba también la información surgida de la sesión de ouija, en la que el presunto espíritu de la fallecida negaba que fuese un ritual. Según declararon, las velas y la posición del cuerpo fueron colocados por los ejecutores ''por respeto'', según señalaron por aquel entonces fuentes oficiales. ''Tiempo después, nos comunicamos otra vez con ella. Nos dijo que estaba en paz, un adiós y nos dio las gracias'', aseguró Mercedes, sobre un último intento de contacto con la fallecida. ''Nunca más volví a hacer una ouija, me da mucho respeto'', añadió. ¿Fue un contacto con el más allá? ¿Una simple coincidencia? Cuestión de opiniones.

(FUENTE: diariodepontevedra.galiciae.com)

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