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viernes, 24 de abril de 2009

Los desaparecidos en el "Tata Pancho"



La fiesta del “tata Pancho” en Yunguyo, es una de las celebraciones religiosas más importantes de la región Puno; tan importante que atrae fieles de todo el sur peruano y Bolivia.

Como consecuencia de la simbiosis entre el cristianismo traído por los españoles al momento de la conquista, y la cultura Aymara, la traducción al aymara de la palabra Dios, que se refiere al Dios del cristianismo es "Tatito", y de ella viene la palabra aymara "tata" que traducida al español significa padre, señor, palabras que a manera de adjetivo encierran profundo significado y admiración en la persona a la que se le llama “tata”, refiriéndose asi a una persona muy buena, admirable, acogedora, bondadosa, una persona que da confianza y es de gran poder; por ello el Patrón de Yunguyo, San Francisco de Borja es llamado Tata Pancho, con relación al nombre de nuestro Santo Francisco de Borja, en esta zona quien lleva el nombre de Francisco es llamado cariñosamente “Pancho”; es así que con profundo respeto, confianza y cariño, los devotos de San Francisco de Borja le imploran sus bendiciones.

Dice la tradición que en un lugar llamado Milagro, cerca de la frontera Perú –Bolivia, por K'asani (otros aluden que fue en Chacapata), en tiempos antiguos una pareja de ancianos en sus tareas agrícolas removiendo la tierra notaban que sus herramientas chocaban con algo duro. La curiosidad animó sacando toda la tierra, siendo grande su sorpresa cuando vieron aparecer una cruz perfectamente tallada en piedra (piedra cruz). Lo que más llamaba la atención dicen, que en nada se parecía al rostro de Cristo, sino a uno distinto, considerando este hallazgo como un milagro. Hecho de conocimiento al pueblo, la fe y el culto se avivaron, rápidamente el lugar fue siendo objeto de peregrinación por creyentes y curiosos. La interrogante era de quién sería el rostro que presentaba la cruz y solo atinaron a llamarlo “Tata Q'ala” O Señor de Piedra).Pasado el tiempo y a pedido del pueblo creyente efectúan el traslado de la cruz de piedra entronizándolo en el templo del pueblo; mientras las miradas inciertas de la curia y autoridades debieron contenerse admirados por la tanta fe de aquél pueblo, pero no dejando de querer encontrar la explicación e identificar aquél rostro. Mas tarde se dice que otro cura atinó en afirmar que se trataría de San Francisco de Borja por los rasgos que presentaba, concluyendo que Yunguyo había sido bendecido con la aparición de este Santo, quedando desde entonces como su protector y patrono.

La conjunción social y religiosa se inicia los primeros días de octubre, con el desarrollo de un nutrido programa y dentro de ello el concurso de “sicuris”, danzas y otras actividades culturales, que duran hasta el día de la fiesta central, el 10 de octubre, cuando el pueblo retumba en algarabía y fe religiosa, y el Santo Patrón, San Francisco de Borja, con su mejor traje, escoltado por autoridades, fieles y bailarines de la ciudad y del campo, en medio de murmullo de rezos y oraciones a repique de campana, entre el aroma del incienso y mágica música, avanza en procesión por las calles de Yunguyo, entre camaretazos y bombardas.

Luego, frente al templo, se renuevan los votos de fe con un nuevo alferado para el año entrante y los venideros. El derroche y frenesí de la festividad trascienden las fronteras. Tanto los residentes como los visitantes comparten a cual mejor, en los conjuntos de danzarines siendo notorio el cariño y la hospitalidad.

Pero esta fiesta religiosa cuenta con un lado oscuro: una leyenda conocida por todos los habitantes de la región, de la cual se habla a voz queda, y la cual tal vez no pasaría de ser un mero mito urbano, si no fuese por que no faltan puneños que aseguran haber conocido a alguien, que asegura haberlo vivido para contarlo,...

Se dice que la festividad del “Tata Pancho” no solamente atrae a fieles,… sino también a oscuros individuos, al acecho de los visitantes foráneos. La historia es indefectiblemente la misma: un hombre, preferentemente alto y robusto, foráneo ó extranjero, visita Yunguyo para el “Tata Pancho”; durante la fiesta, en medio de la algarabía general, es abordado por una mujer; siempre es una mujer joven, muy bella y vestida con traje de luces (haciendo así suponer que pertenece a algún grupo de danzantes) La misteriosa mujer invita entonces al visitante a beber y a bailar, esmerándose en atenciones para el visitante, y alejándolo de sus amistades, si es que viaja acompañado. Conforme pasan las horas, el incauto visitante se deja llevar por la algarabía con la mujer,… hasta perder el conocimiento.

Al volver en sí, despierta amarrado: se encuentra en un lugar agreste y desolado, en medio de la más oscura de las noches: el mítico cerro Kapía, lugar de poder por excelencia de Puno y asiento de decenas de leyendas y mitos, provenientes del mundo mágico aymara. Pero el hombre no está solo: junto con él están dos o tres hombres. Según se cuenta, algunos brujos negros puneños y sus poco escrupulosos clientes acostumbran, por medio de una fémina, a secuestrar a jóvenes varones de esa manera, con la única intención de, tras oscuros ritos, sacrificarlos al diablo, para pactar con él, y obtener así riqueza y prosperidad. Siempre buscan hombres altos y fornidos, en la creencia de que “mientras más grande es el sacrificio, más fortuna obtendrán del maligno”. Al escoger a sus víctimas entre foráneos, evitan llamar la atención de las autoridades; si es de la región (pero no de Yunguyo), muchas veces la desaparición es justificada simplemente con un “¡bah!, se habrá escapado con otra mujer,…”

No siempre el bárbaro rito es consumado: muchas veces, brujo y cliente se hallan tan borrachos que descuidan a su víctima y éste logra escapar; he ahí que existan decenas de testimonios acerca de secuestrados que han vivido para contarlo. Igualmente existen historias similares, acerca de desaparecidos ó secuestrados que han salvado el pellejo, en otras festividades de Puno; principalmente en la fiesta de la Candelaria, pero al parecer, los brujos negros preferirían la fiesta del “Tata Pancho” para sus fechorías.

En el mundo aymara, el miedo a los brujos negros (“maleros”), es a veces tan grande que, la gente prefiere hablar de ello a media voz, o incluso no hablar del tema. Es por eso que, entre las muestras de hospitalidad y generosidad que los habitantes de Yunguyo dan al visitante a su tierra, muchas veces, sobre todo si uno es varón, se incluirá la sentencia: “…tenga cuidado en el “Tata Pancho” y no acepte nada de una mujer desconocida,…”, tras lo cual le contarán esta terrible e intrigante leyenda,…

1 comentario:

  1. no había leído nada de esta fiesta, y ya que estoy aquí te invito a participar con tu blog en mi blog directorio aquiestatublog.blogspot.com
    te conocerán mejor, pásate por mi blog y deja la dirección del blog en el libro de visitas
    gracias,te pido excusas si consideras spam mi invitación

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